RESUMEN DEL ARGUMENTO DE WILLIAM WILSON DE POE
A los quince años, el carácter impositivo de William Wilson le permite ganar ascendencia sobre todos sus condiscípulos de escuela, salvo uno: un tal William Wilson. Alguien que, por extraña coincidencia, se llama igual que él y pretende oponerse a su dominio arbitrario sobre los demás. Su insistente antagonismo es extremadamente hiriente por el tono de suficiencia que oculta bajo un aparente aire protector. Sin embargo, nadie advierte esta situación. Los alumnos de clases superiores tal vez piensan que son hermanos (esa sola insinuación lo exaspera); si así fuera, tendrían que ser gemelos, pues nacieron el mismo día y el mismo año. De hecho, son compañeros inseparables.
El rival del protagonista tiene un defecto en los órganos vocales que lo obliga a hablar en un susurro apenas perceptible. Este inoportuno antagonista se dedica a perfeccionar una imitación del protagonista (que abarca sus palabras, sus acciones, su forma de vestir), de tal modo que su extraño susurro se convierte en el eco mismo de su voz. No obstante, William Wilson reconoce que si hubiese aceptado aquellos susurrantes consejos, habría sido un hombre mejor y feliz. Posteriormente, tras un terrible altercado con su antagonista, dejala escuela. Huye aterrorizado al comprobar la extraordinaria semejanza entre él y su réplica. Desde entonces, el otro William Wilson, implacable, lo persigue para hacerle oír su susurro acusador en los momentos álgidos de su vida disoluta.
El rival del protagonista tiene un defecto en los órganos vocales que lo obliga a hablar en un susurro apenas perceptible. Este inoportuno antagonista se dedica a perfeccionar una imitación del protagonista (que abarca sus palabras, sus acciones, su forma de vestir), de tal modo que su extraño susurro se convierte en el eco mismo de su voz. No obstante, William Wilson reconoce que si hubiese aceptado aquellos susurrantes consejos, habría sido un hombre mejor y feliz. Posteriormente, tras un terrible altercado con su antagonista, deja
Ingresa en la escuela preparatoria de Eton. Durante una orgía secreta en su cuarto (con unos cuantos tragos a su haber), irrumpe un criado para avisarle que lo necesitan con urgencia en la puerta. Cuando sale, distingue en la penumbra a un joven de su misma talla que viste una bata a la moda igual a la suya. No puede ver sus facciones. Se abalanza sobre él y murmura con petulante impaciencia: “—William Wilson”. Su embriaguez se esfuma por encanto ante la repentina desaparición del visitante. Inquieto, no cesa de preguntarse quién era, de dónde venía, qué quería.
Ingresa en Oxford, donde no tarda en familiarizarse con las innobles artes del jugador profesional. No le tiembla la mano cuando despoja de su dinero a su condiscípulo Glendinning, a quien suponía una persona de muchos recursos. En definitiva no lo era y lo deja en la ruina absoluta. En ese preciso instante aparece el otro Wilson embozado en una capa; el penetrante susurro interrumpe la sesión de juego para denunciar sus malas artes. Una vez desenmascarado, se le invita a abandonar Oxford, y por lo pronto, a dejar
En Roma, durante el carnaval, cuando está a punto de encontrarse con la bellísima esposa del caduco duque napolitano Di Broglio, una mano se posa en su hombro y a su oído llega el fatídico susurro. Se vuelve hacia él para aferrarse violentamente a su cuello. Tiene un disfraz idéntico al suyo: el de un noble español de capa y espada. Incontenible, lo vapulea y lo obliga a un duelo definitivo en una recámara contigua de las muchas que había en el palacio.
Fuera de sí, le atraviesa el pecho con su espada en repetidas ocasiones. De pronto, le parece ver como en un espejo, su propia figura pálida y ensangrentada. Mas insiste en pensar que es el otro Wilson, aunque idéntico a él hasta en los más mínimos detalles. Finalmente, es Wilson quien habla, aunque hubiera jurado que era él (pues ya ha desaparecido el susurro) cuando dice:
"—Has vencido y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora…, muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías…, y al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, cómo te has asesinado a ti mismo! "
Edgar Allan Poe publicó este cuento en 1839. Narrado en primera persona, retoma con fulgurante energía la figura de el doble, de larga trayectoria tanto en la tradición popular como en la literatura, para dar vida a la pugna entre el individuo y su conciencia.
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